Así que, spray en mano, desde entonces sobrellevo mucho mejor los veranos. La verdad es que para mi es una auténtica gozada el darme un flus por toda la cara, los brazos y el escote cuando estoy medio achicharrada. Me encanta, sobre todo, el pequeñísimo sobresalto que se siente cuando las primeras gotas fresquitas tocan la piel, y la sensación de relax cuando sigues pulverizando y te inundas toda la cara de una capa de agua casi imperceptible.
Lo que suelo hacer, para que esté aún más fresquita, es tener un bote en la nevera, y cogerlo justo cuando voy a salir de casa. Si es para mí sola, lo llevo de bolsillo, pequeñito y ligero, para que no me pese aún más ese saco que llevo por bolso. Y si nos vamos a juntar varios, ya me cojo el tamaño familiar ¡que no falte!
La verdad es que las brumas de agua termal son mucho más que un toquecillo refrescante. Aportan ese extra de hidratación a la piel que tanto se necesita en los momentos de más calor, pero sobretodo oligoelementos esenciales para la piel. Además, se puede poner incluso encima del maquillaje (yo siempre voy pintada como una puerta y no dejo de usarla...) Eso sí, dejando que el agua se vaya evaporando poco a poco por sí solo, no restregándolo por toda la cara.
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